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Foto del escritorRaúl Cordero Núñez

¿Qué es el POP?


(Resumen/anticipo de una reflexión con Max Zawada).


Con el Pop puede ocurrir aquello de lo que se lamentaba Adorno acerca del arte en general: “ha llegado a ser obvio que ya nada es obvio…”. La cultura Pop, y las reflexiones acerca de ella, parecen haber perdido su acotación y sus límites. El Pop se ha abierto tanto que parece incluirlo casi todo, lo que supone un claro riesgo de irrelevancia. Si todo en la cultura popular es Pop, entonces la etiqueta “Pop” deja de significar cosa alguna. Sin embargo, en la medida en que el Pop parece una parte fundamental del entramado cultural contemporáneo, resulta extraño no concederle una marcada importancia. Su relevancia real parece contradecir a su propia lógica “atrapalotodo”.


Puede, no obstante, que la falta de un afuera del Pop- esta voladura de sus acotaciones-, coincida con otros fenómenos de totalización y falta de alternativas culturales, sociales y políticas. Si esto es así, lo que quiera que sea el Pop no puede ser más relevante para entender los fenómenos socioculturales de nuestro tiempo.


Hasta ahora los análisis sobre el Pop (en su sentido más amplio) han tratado de hacer dos cosas: o bien suponían que el Pop es un estilo, y entonces el reto era extraer de las composiciones artísticas Pop una serie de coincidencias que diesen lugar a criterios para definirlo; o bien presuponían esas características (por ejemplo, difusión masiva, presencia de tecnologías de grabación, etc) y se elaboraba un listado de artistas y subgéneros bajo el etiquetado “Pop”. Pero ambas opciones plantean problemas. El fundamental es que, si el Pop es una serie de características más o menos fijas que podemos aplicar como criterio, entonces no podemos entender la enorme absorción de nuevos estilos que ha realizado el Pop en las últimas décadas. La continua asimilación de estilos y artistas ha supuesto, de hecho, una evolución y una ampliación enorme de sus límites repertoriales. Tenemos que dar una respuesta al hecho, en principio desconcertante, de poder etiquetar como Pop tanto a The Beatles como a C Tangana; a Taylor Swift y a Sergio Dalma; pero que no podamos reunir bajo la misma etiqueta que a estos artistas a fenómenos populares como Korn o Jeff Mills. Si el Pop no es simplemente sinónimo de popular, porque hay fenómenos populares que escapan a la etiqueta, entonces tiene que haber una respuesta, siquiera difusa, parcial y precaria que se pueda dar a este galimatías de repertorios y estilos.


A nuestro entender, el Pop no es reductible a un género (con una lista de características más o menos flexibles), ni a un listado de obras y artistas. Estas reducciones sólo nos dan una visión estática de un fenómeno que es claramente dinámico. Pero si tampoco queremos llevar el asunto hacia la irrelevancia del “todo en la cultura popular es Pop”, algo que advertimos al principio, tampoco podemos dinamitar sus límites.


Nuestra propuesta es que el Pop es una lógica de asimilación repertorial. Como tal lógica ha absorbido unos estilos y no otros. El listado de artistas y subgéneros que hoy compondría un catálogo de la cultura Pop, podría haber sido otro, al menos en buena parte. Lo importante, entonces, es comprender esa dinámica y su manera de funcionar. Qué es esa lógica de asimilación que parece poder beber de todos los fenómenos culturales y cómo funciona es la clave para entender el catálogo, que puede variar porque el Pop no consiste en una serie de características, sino en una manera de funcionar. Esta es la clave: es una lógica y, por lo tanto, es dinámica.


A partir de aquí, abrimos una serie de vectores interesantes. ¿La lógica de asimilación repertorial del Pop está conectada con otras lógicas “atrapalotodo”? ¿La manera en que la cultura Pop compone una trama con otros elementos para dar lugar a nuestra cultura contemporánea a nivel global, conecta con otros mecanismos de producción de subjetividades? ¿Participa el Pop en la formación del sujeto capitalista contemporáneo? ¿Hasta qué punto?


Yendo un poco más lejos, podemos adelantar que estamos convencidos de la participación del Pop en los procesos de formación de subjetividades en masa. El Pop asimila elementos repertoriales y con su difusión masiva contribuye a crear y definir la normalidad cultural. No es separable de la cultura de masas, la reificación y la producción de sujetos para el intercambio de mercancías (o lo que sea que haga el capitalismo contemporáneo). En lo que tiene que ver con la definición de “lo normal”, el Pop parece seguirle el juego al realismo capitalista que, como todo realismo, consiste en establecer y delimitar el marco de lo posible. Porque el realismo no dice nada sobre lo real, sino que normativiza lo posible y lo imposible, dejando fuera del marco de posibilidades aquello que no sirve para consolidar repertorios (ya sea artísticos o políticos).


En ningún caso planteamos que esta lógica de asimilación tenga un sentido teleológico. No podemos trazar una línea predecible entre los procesos políticos y los poderes e intereses que estos procesos ponen en juego y la cultura Pop. Pero esta lógica de asimilación, por su importancia y su conexión con la cultura de masas, sí está condicionada por fuerzas y desequilibrios de poder que conviene tener en cuenta. El Pop no se da en condiciones ideales de plena autonomía de lo artístico (como si tal cosa fuera posible).


Ya veremos algunas líneas de fuga en relación a lo anterior, porque este trabajo no tiene una conclusión pesimista. Pero si le concedemos relevancia al asunto es porque intuimos que estas lógicas que tienden a no dejar nada fuera forman parte de los procesos de globalización de un nuevo modelo de totalitarismo. Uno en el que la represión ha sido sustituida por la producción, como diría Foucault; y los sistemas disciplinarios por las sociedades de control, como diría Deleuze. Sin ánimo de adelantar acontecimientos, empezamos la tarea formulando la pregunta: ¿qué demonios es el Pop?


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