top of page
Foto del escritorRaúl Cordero Núñez

La Virgen de Zapopan y los vacíos de la globalización


Mientras paso unos días fuera de Madrid pienso en algunas lecturas de la antropóloga Mary Louis Pratt. En su texto “Por qué la Virgen de Zapopan viajó a Los Ángeles”, un maravilloso ensayo sobre los fenómenos de movilidad en el mundo globalizado, la autora nos invita a pensar sobre el sentido contradictorio de conceptos como “flujo” o “red” como parte de la mitología legitimadora del orden global.


La globalización es una ficción como cualquier otra. No existen los flujos, las redes, las comunicaciones universales. Sólo existen nodos que se conectan, y fuera de esos nodos, el vacío. Madrid y Barcelona: nodos. Parla o Soria: el vacío. Pero los mitos sirven para legitimar: la metáfora del flujo (de dinero, personas, etc) obvia que nada es un accidente natural en política, y nos impide preguntarnos por la dirección del movimiento. Dice Mary Louise Pratt que la metáfora del flujo no distingue el tipo de movimiento; neutraliza la cuestión de la direccionalidad; anula la intervención humana porque fluir es intransitivo; sugiere de forma perversa un proceso natural donde no lo hay ¿De dónde a dónde va el dinero? ¿Y las personas? No es natural ni bidireccional. La metáfora del flujo legitima la dominación globalista. Porque los flujos nos recuerdan a los ríos, esas corrientes naturales de agua cuya dirección es una fatalidad que nada tiene que ver con la política. La espontaneidad natural del flujo despolitiza los movimientos globales de dinero y personas para no pensar que sus rutas son diferentes. Dinero: de los pobres a los ricos, a la vez que se bunkerizan las fronteras para que no puedan transitar las personas en la misma dirección. Pero la globalización sigue siendo un conjunto de puntos dispersos en medio de grandes vacíos.


Otros mitos globalistas, como el “chupacabras” o las “abejas asesinas”, son coincidentes con la supuesta amenaza de los procesos migratorios desde el sur de América hacia Estados Unidos. Cuando en los años 80 EEUU vivía la mayor ola migratoria de su historia, la propagación de una nueva especie de avispa desde Brasil, cruce de ejemplares autóctonos con una especie Africana más agresiva, proporcionó al imaginario colectivo la contrapartida al discurso legitimador de los flujos: los monstruos. Se hicieron películas que todavía podemos ver a la hora de la siesta en algún canal esporádicamente. El “chupacabras”, sin embargo, se origina en algún laboratorio gringo y comienza su andadura por México en los 90, durante los debates del NAFTA: el monstruo llamado a vampirizar el mundo rural latinoamericano.


La mitología globalista es enorme, pero nosotros sabemos que todo mito tiene una función legitimadora, no explicativa. La función de la mitología es delimitar el marco de las preguntas que cabe hacerse. Los mercados no necesitan ser incluyentes, por eso es un error verlos como una red o un flujo. Entre los nodos de interés pueden existir grandes vacíos de exclusión, porque el sueño de Amazon sería concentrar toda la población española en Madrid y Barcelona. Lo que quede en medio no es rentable y no participará por completo de la globalización, que no es una red, sino un conjunto disperso de nodos conectados y agujeros negros en los que el tiempo de la globalización sólo se expresa como una singularidad.


Sin embargo, existen resistencias. Los desplazamientos no dan lugar a sujetos reseteados. El migrante no se convierte en una persona nueva. Conserva sus formas de arraigo, que en ocasiones conectan con la globalización cuando se reduplican, como la Virgen de Zapopan, en alguno de los nodos. La no bidireccionalidad de los flujos económicos obliga a miles de mexicanos a emigrar a USA. Pero estas comunidades transfieren parte de los “beneficios” de la globalización a sus comunidades de origen, muchas veces fuera de los nodos, a través de los beneficios de su trabajo. También hay un traslado simbólico y cultural que portan las personas migrantes. Esta parece ser la razón por la que la Virgen de Zapopan, que ya tenía una doble, la original y la peregrina, se reduplicó en “la viajera” y se trasladó a Los Ángeles. Porque la cultura gringa es global, pero el culto a esta virgen mexicana no tiene ninguna posibilidad de serlo porque no forma parte de un nodo sino de un vacío. Al igual que sus compatriotas, la virgen zapopana tuvo que moverse a un nodo desde el vacío.


Así, la inexistencia de flujos y redes en la globalización, empuja al movimiento de personas, genera resistencias, crea mitos monstruosos. Igual que la Virgen de Zapopan viajó a Los Ángeles, miles de personas viajan todos los días desde el vacío a los nodos. Porque no existe la globalización: sólo hay puntos virtualmente conectados en medio de un enorme vacío.



459 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page