Ética es la reflexión filosófica, crítica, sobre la moral. Es por tanto una reivindicación de autonomía, por cuanto sitúa al individuo frente a su responsabilidad de asumir o no los mandatos de su comunidad. Requiere de un conocimiento profundo de las opciones de las que se dispone y de las herramientas de conformación y fundamentación de la moral, porque también se le exige creatividad. Los grandes sistemas morales han sido creados por individuos o grupos que reflexionaron primero sobre la realidad de su tiempo e intentaron dar una respuesta nueva a los problemas que emergen de la convivencia y que, por cierto, nunca están definitivamente resueltos. Además, la ética que interiorizamos debe aplicarse a situaciones sobrevenidas que no podemos prever, y que requieren por ello de un despliegue de recursos creativos. Por eso la ética contiene, al menos, tres cuestiones: reflexión crítica, creatividad y contingencia. Esta última debe funcionar como antídoto frente al dogmatismo aún evitando el relativismo, porque no hay respuestas éticas definitivas para contextos complejos y cambiantes.
Los valores como eje de la moral son una opción muy concreta de entre las muchas posibles. Se formularon con brillantez por el filósofo de influencia fenomenológica Max Scheler, cuya propuesta ha sido considerada como una forma de secularización de la ética cristiana. Una asignatura de Ética en secundaria, en todo caso, podría recoger esta propuesta junto con otras de igual valor, como parte del conocimiento necesario acerca de los debates éticos contemporáneos. Pero los valores apuntan a formas de “vida buena”, una cuestión que en sociedades plurales requiere de una capacidad enorme para el debate filosófico. ¿Es posible ponerse de acuerdo en objetivos vitales? ¿O sólo podemos aspirar a generar marcos de justicia en los que cada individuo pueda decidir la forma de “vida buena” que considere? Estas cuestiones, que están en el centro de los debates éticos contemporáneos, no pueden despacharse en un Consejo de Ministros. Requieren una sociedad formada para la reflexión crítica y el debate. Por eso es necesaria la asignatura de Ética en la ESO, conformando un paquete completo de filosofía en la enseñanza media.
¿Vamos a encauzar a toda la sociedad hacia la ética de los valores sin la oportunidad de conocer las éticas de los principios, de las virtudes, del cuidado y la responsabilidad, o las formulaciones más procedimentales, como la ética comunicativa? En un momento del debate filosófico en el que se tiende a un sincretismo que permita articular una fundamentación en sentido débil, consciente de su contingencia y sus limitaciones, lo que necesitamos es una ciudadanía con capacidad para aportar creativamente al debate moral, no educada en la visión de túnel de una de las posibilidades. La contingencia nos obliga a crear continuamente, porque los debates morales nunca están plenamente resueltos. Por otro lado, fruto de esa contingencia y de la pluralidad de nuestras sociedades, aparece el riesgo del relativismo, que termina siendo funcional a los intereses de los poderosos. Y por lo tanto, una asignatura sobre estas cuestiones en las enseñanzas medias debe contemplarse desde un enfoque metodológico: lo importante es aportar las herramientas para la reflexión crítica sobre la moral, no adoctrinar en un modelo ético concreto.
Vivimos en un mundo que cambia continuamente, y en el que la velocidad del cambio es cada vez mayor, lo que supone convivir en el debate. Ya no debatimos para resolver, sino para avanzar. No militamos la ética, sino que la exponemos a las modulaciones permanentes que provocan los debates culturales, políticos y medioambientales, por ejemplo. Sin embargo, de los resultados de esas confrontaciones se derivan modificaciones en la eticidad de nuestro tiempo que se convierten en exigencias para el conjunto de la comunidad. Por eso no es justo que la mayor parte de esa comunidad, a la que se va a exigir cumplir con las nuevas formas de eticidad para ser normalizada, esté excluida del debate por no tener las herramientas necesarias. Expulsamos a generaciones enteras del debate público sobre la moral, o las convertimos en generaciones reaccionarias y dogmáticas, atrincheradas en una militancia ética sesgada. Ambas cosas suponen riesgos antidemocráticos inadmisibles y evitables.
Nuestra sociedad necesita un paquete completo de filosofía en la enseñanza media, que junto con un conocimiento básico de la historia del pensamiento, incorpore las herramientas que han hecho posible esa historia.
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